LOS ABUELOS

   ...Pensé en ir a buscarte, pero te imaginé con tu bracito escayolado intentando hacer tus mundos sobre el papel con tus pinturas y decidí no interrumpirte. Además tu vienes conmigo muy a menudo y compartimos experiencias que nunca podremos olvidar. En cambio son escasas las excursiones que hago con los abuelos por el campo, por la zona dónde pasaron parte de su infancia.

   La tarde estaba tan poco definida como nuestra ruta y tan pronto salía el sol, como amenazaba tormenta. Todo parecía dejarse a la improvisación,  y por momentos, disfruté del relax de la inexistencia de esquemas previos.
   Tomamos el camino de subida a la  Sierra, caminábamos sorteando acebuches y almendros que nos acompañaban a lo largo del camino.
    -¿vais bien?- les pregunté a los abuelos conociendo de antemano la respuesta
    - ¿Hombreeee...!, dijeron al unísono.
  Los abuelos no se quejan nunca. Quizá recuerdan sus años mozos y la dureza de su vida y, por eso, todo les parecen bien. Ascendimos  entre carrascas hasta la cima del primer cerro. La paronámica que se divisaba era impresionante. Kilómetros y kilómetros de tierras multicolores hicieron volar mi imaginación y la de tus abuelos,  atrás y adelante en el tiempo. 


Traté de adivinar cuánta ilusión, cuánta vida se guardaba en cada pizca de tierra ocre, en cada mancha blanquecina de de las casas desiminadas por todo el valle. Y te eché de menos, José María, Hubiese querido tenerte cerca, respirar aquel aire de pinos contigo y percibir el silencio de las alturas escasamente herido por el leve silbido del viento. Tus abuelos compartían recuerdos, sueños y aventuras  de las viejas casas que veían a lo lejos.  Se veían de niños jugando en el Arroyo de Val de Real, que serpenteaba a lo lejos, cada mirada oteando el horizonte, parándose en cualquier elemento del paisaje,  era un viaje a a aquellos lugares de juventud, era una incontenible evocación de lances y anécdotas vividas, hasta le vinieron a la memoria todos sus amigos de la infancia, y hasta su perro negro que se llamaba "como tú", que según tu abuelo, solo le faltaba hablar.

   El arroyo se mantenía en la ladera, aguantando el tipo, abandonado, Es dónde vivieron tus abuelos cuando eran pequeños. Hoy no vive nadie, solo se alza  los árboles desnudos y los pequeños huertos de cuidadas lindes, las higueras, los perales; el imponente nogal tan viejo como las casas; la estrecha senda que asciende al pueblo desde la huerta..y pensé cuantas ilusiones, cuánto esfuerzo por sobrevivir, cuánta mano encallecida dominó los pedregales y encontró tierra amiga en la que sembrar, cuánto sudor, cuántos fríos, cuántas esperanzas...Cuántos ojos miraron aquel cielo y se fueron, como las nubes para no volver. 

 -Esa es la casa de Barbarita -comentaba abuela. De jóvenes veníamos a segar aquí y había que tener mucho cuidado con las víboras. Si dejabas la ropa en el suelo, antes de cogerla tenías que inspeccionarla sin no quería llevarte un disgusto. Ahora  -añadió- no deben quedar en el Arroyo ni siquiera víboras...

   Y casi acertó. El pueblo ofrecía un aspecto desolador presidido por una iglesia que, falta de feligreses ha sufrido la decadencia en sus muros y tan solo muestra patéticas ruinas.

   Seguiamos caminando, cuando llegamos a la casa, dónde mis padres pasaron parte de su juventud...y les dije:

    -Vamos a pasar por un sitio que os gusta, ¡a ver si lo recordáis!

    ¡Y vaya que si los recordaban! Apenas divisaron las paredes de la vieja casa, con su pequeño huerto, se les alegró el alma. Empezaron a contarme lances y anécdotas de hace casi sesenta años a medida que situaba el escenario sobre cada rincón preciso. Cada desnivel, cada parte del huerto, contenían un detalle minuciosamente guardado en sus memorias y yo me sorprendía ante sus capacidades de identificación visual a pesar de la escasa agudeza visual de tus abuelos. O ¿Quizás tus abuelos veía con otros ojos, con los ojos de la impresión emocional del momento tan profundamente vivido?

 Seguramente, José María. Los hombres tal vez no podamos recordar lo que hicimos ayer, pero, sin embargo, somos capaces de revivir acontecimientos tan viejos como nosotros mismos porque aquel lejano episodio fue vivido intensa y conscientemente. Sólo aquello que vivimos consciente de lo que estamos viviendo es lo que perdura en nuestra memoria. El resto de las experiencias - que son la mayoría- apenas permanecen en nuestro recuerdo como algo global, sin matices. 

Los Abuelos vivieron tan intensamente los matices de aquellas experiencias que quedaron grabadas en su memoria para siempre.  Y quizás sus vistas no les permitan distinguir los detalles del terreno, o de la casa, pero el hecho de sentirse en él fue suficiente para activar su recuerdo emocional. Al abuelo José y a la abuela Josefina, desde hace tiempo tienen vista cansada y les han obligado a decir adió a muchas cosas que sus otras facultades aún pedían disfrutar. Pero aquellos ojos que tan pronto han envejecidos, no se dieron cuenta de que todavía son jóvenes. Y, mientras sus corazones vuelan hacia las paredes de aquella casa, sobre el huerto, sus ojos le reducían al sosegado paseo callejero por estas calles. 

Pero ellos hoy solo con cerrar los ojos han revivido lo que tanto entusiasmo conocieran de jóvenes -aunque quizá no recuerden lo que hicieron hacen tan solo dos horas -porque aquello lo vivieron plenamente.

   Ojalá José María, podamos tú y yo recordar un día que hemos abrazado al árbol y sonreído a las flores; que hemos visto nacer el Sol y contado las estrellas; que hemos sembrado...que hemos vivido....


                                                    OS ESPERO 
                            DÓNDE SEGUIREMOS COMPARTIENDO

                                    DOMINGO DÍA 1 DE DICIEMBRE
                                         ESTACIÓN DE CARTAMA

                          Parque Urbanización Los Naranjos Cártama-Estación
                                  junto mercadillo de todo los domingos






   

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