ALIMENTACIÓN Y CANCER

   Un estudio publicado  en el último número de Journal of the American College of Nutritionconcluye que hay seis pautas nutricionales que nos pueden ayudar si queremos mantener el cáncer alejado de nuestras vidas: No tomar o limitar el consumo de leche y lácteoscarnes rojas y procesadas y carnes y pescados a la parrilla, no beber alcohol y comer más frutas y verduras, y más soja en el caso de las mujeres.
Los investigadores han revisado la literatura científica existente que ha conseguido establecer pruebas concluyentes sobre los alimentos en relación al cáncer que han sentado las bases de las recomendaciones nutricionales. Para ello han revisado los resultados de los más relevantes ensayos clínicos al respecto: estudios epidemiológicos, ecológicos y ensayos randomizados, de cohorte y control en pacientes sanos y diagnosticados, todos ellos recopilados por el Fondo Mundial para la Investigación en Cáncer (WCRF, en sus siglas inglesas) y el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (AICR).

Concluyen que en función de los datos que se conocen, se puede afirmar que hay ciertos alimentos y pautas dietéticas para los que sí hay evidencia científica suficiente respecto al menor riesgo de cáncer. Así, se pueden establecer seis conclusiones principales, sin olvidar que siempre hay que aplicar el principio de precaución respecto a los efectos de la nutrición en la salud: la pauta dietética, y no el alimento en sí, es lo importante. Elegir lo que comes influye en tu salud, pero no se puede afirmar que haya «alimentos con propiedades “medicinales”» capaces de evitar enfermedades.
En otras palabras, señalan los científicos en el estudio: «continuamente se están publicando estudios acerca de qué alimentos tienen capacidad para prevenir el cáncer. Aunque existen pruebas sólidas respecto a pautas de vida que pueden ayudar a prevenirlo, desafortunadamente, las lagunas en la investigación nutricional dificultan hacer recomendaciones generales para algunas áreas».
Esta revisión establece una serie de recomendaciones nutricionales que han demostrado tener una relación sustancial -aunque no concluyente- en la influencia del riesgo y mecanismos biológicos de actuación que en teoría están implicados en la progresión de la enfermedad».
Esta revisión, de la que se hace eco este martes la web I Fucking Love Science, es una herramienta útil tanto para profesionales de la salud como para pacientes. Por el momento, aparte de estas recomendaciones, los consejos que se quieran aceptar y las pautas que se quieran seguir estarían más condicionadas por las creencias que por lo que sabemos realmente.
1. No tomar o limitar la leche y lácteos en hombres reduce el riesgo de cáncer de próstata.Diferentes estudios establecen que las dietas ricas en calcio son una causa probable de cáncer de próstata y sugieren, pese a una “evidencia todavía inconsistente”, que la leche y sus derivados pueden aumentar los niveles de insulina o estimular el factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-I).

Además, tomar muchos lácteos o suplementos de calcio también puede interferir en la sintetización de la vitamina D, que podría tener un efecto protector contra este tipo de cáncer, así como los fosfatos presentes en la leche de vaca.
El Estudio de Seguimiento de los Profesionales de la Salud también estableció un aumento relativo del riesgo del 60% de cáncer de próstata en hombres que tomaban más de dos raciones de leche y lácteos diarias en comparación con los que no tomaban ninguna.
Asimismo, el EPIC (Investigación Prospectiva Europea sobre Cáncer y Nutrición) ha descrito un aumento del riesgo del 22% en hombres que toman más de 27 gramos de proteína láctea al día en comparación con los que toman 10 gramos (un vaso de leche desnatada tiene 8,4 g de proteína). Estiman que por cada 35 gramos de proteína láctea consumida cada día, el riesgo de cáncer de próstata se incrementa en un 32%.
Los investigadores apuntan que limitar la leche y los lácteos repercute además en menores niveles de grasas y colesterol, lo que protege contra las enfermedades cardiovasculares y trastornos gastrointestinales. Aunque Limitar o evitar la leche y los lácteos supone limitar la principal fuente de calcio de la dieta, también se puede obtener de otros alimentos: verduras de hoja verde, legumbres, alimentos fortificados y bebidas vegetales (soja, arroz, coco, arroz, avena…).
2. No beber alcohol o hacerlo en contadas ocasiones limita el riesgo de cáncer de boca, faringe, laringe, esófago, colon, recto y mama.Una bebida alcohólica a la semana,
independientemente de su graduación, incrementa el riesgo de cáncer de boca, laringe y faringe en un 24% y cada 10 gramos de alcohol se aumenta el riesgo de carcinoma escamoso celular y cáncer del tracto aéreo-digestivo superior en un 10-15%, especialmente en las mujeres. También se ha descrito un aumento del riesgo un 4% mayor por una bebida a la semana en el caso de cáncer de esófago.
En el tumor colorrectal, más de una bebida alcohólica al día aumenta el riesgo. Se ha visto que por cada 10 gramos de etanol, el riesgo aumenta un 9%. Dos o tres bebidas alcohólicas al día, la pauta de un bebedor moderado, eleva el riesgo en un 21% en comparación con los abstemios o los bebedores ocasionales, y el riesgo se dispara en bebedores crónicos.
También se ha descrito relación entre el riesgo de cáncer de mama y la dosis de alcohol consumida: por cada 10 gramos de alcohol la posibilidad de sufrirlo es entre un 10% y un 12% mayor.
El etanol, principal compuesto del alcohol ya sea cerveza, vino o ginebra, aumenta el riesgo de neoplasia, y más en los hombres que en las mujeres. También tiene otros componentes tóxicos como el acetaldehído, que genera metabolitos reactivos tóxicos, degradación oxidativa de los lípidos y libera radicales libres. El alcohol también interfiere en el metabolismo de los folatos, vitaminas indispensables para el funcionamiento del organismo.
Los investigadores concluyen que ser abstemio previene más trastornos asociados que hacerlo moderadamente, especialmente en el caso de la cirrosis de hígado, carcinoma hepatocelular, obesidad, pancreatitis, complicaciones en el embarazo, accidentes y suicidios.
Hay investigaciones que apuntan que el consumo moderado de alcohol (una bebida al día para mujeres y en hombres) se ha asociado al menor riesgo cardiovascular y Alzheimer, aunque el efecto de la abstinencia en estas complicaciones no se ha estudiado.
3. No comer o reducir al mínimo el consumo de carne roja o carne procesada aleja la posibilidad de tumores de colon y recto. Carnes rojas y procesadas reduce el riesgo de cáncer de colon y recto. Por cada 120 gramos de carne roja o procesada (precocinada, fiambre, salchichas, embutidos) consumida al día se incrementa el riesgo de cáncer colorrectal en un 28%.

Un metaanálisis estableció que por cada 50 gramos diarios, el riesgo aumenta en un 21%. Componentes de la carne como el hierro hemo y los nitritos promueven la formación de aminas heterocíclicas y la sobreabundancia de aminoácidos esenciales y otros nutrientes promueven el crecimiento celular descontrolado, origen del cáncer.
No comer carne, además, reduce el riesgo de diabetes, hipertensión, ictus y enfermedades cardiovasculares. Pese a que la carne es la principal fuente de proteínas, hierro y zinc, se pueden conseguir ingestas similares en dietas vegetarianas.
4. Evitar las carnes y pescados a la brasa o a la parrilla, fritos o asados reduce el riesgo de colon, recto, mama, próstata, riñón y páncreasNo sólo influye el origen del alimento, sino la forma de cocinarlo. Las carnes rojas, de ave o pescados cocinados a altas temperaturas forma aminas heterocíclicas (AHC) e hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), unas sustancias químicas genotóxicas y mutagénica que se han asociado al cáncer, sobre todo en colon y recto, aunque tiene un papel más débil en otras neoplasias.                                          

Algunas carnes además contienen hidrocarbonos aromáticos policíclicos, que se forman cuando las sustancias orgánicas no se queman completamente, tal como sucede en barbacoas, parrillas o flambeados.
No comer carnes a la parrilla ahorra, además, grasas saturadas y colesterol al organismo, con lo que baja el riesgo de enfermedad cardiovascular. No se han descrito inconvenientes si no se consumen.
5. Tomar soja durante la adolescencia reduce el riesgo de cáncer de mama en mujeres y mejora la evolución tras el diagnósticoUn estudio en mujeres asiáticas concluyó que por cada 113 gramos de soja al día (el equivalente a una taza de leche de soja fortificada, media de tofu o de habas de soja) durante la adolescencia se redujo el riesgo de sufrir cáncer de mama en un 43%.
Entre las chinas se ha visto que por cada 12,8 gramos de proteína de soja disminuye el riesgo en un 59% en comparación con las que se limitan a 4,9 gramos de ingesta. En coreanas, 122, 2 gramos al día redujeron el riesgo en un 64% en comparación con las tomaron 45,7 gramos y se encontró una disminución del riesgo del 92% en el riesgo de desarrollar estrógenos y progesterona, hormonas implicadas en los tumores de las mujeres posmenopáusicas.
Por cada ración de tofu a la semana, el riesgo disminuye un 15%, y entre las mujeres chinas, 11 gramos de proteína de soja al día redujo el riesgo de muerte por cáncer en un 39%. En mujeres occidentales, se ha comprobado que las isoflavonas de soja bajan el riesgo de mortalidad por cáncer de mama, y la recurrencia de la enfermedad en aquellas diagnosticadas y tratadas con tamoxifeno, fue un 60% menor cuando se les administraba la máxima cantidad diaria.
Se cree que la soja y sus derivados tienen capacidad de inducir la apoptosis, que inhibe la proliferación celular y la angiogénesis (crecimiento de los vasos sanguíneos). A ello se une que los antioxidantes que contienen podrían modular los efectos de las hormonas sexuales sobre el organismo.
Los productos de soja que sustituyen la carne y lácteos pueden reducir además, el riesgo de enfermedad coronaria y mejoran la salud ósea. No obstante, la alta ingesta de proteína concentrada de soja puede elevar la insulina, por lo que lo que se recomienda tomar la soja como parte de la dieta y no como suplemento alimenticio, que concentra sus componentes de forma aislada.
6. Comer más frutas y verduras aleja el riesgo de distintos tipos de cáncerLa fruta y la verdura contienen fibra y citoquímicos, incluyendo antioxidantes, que han mostrado un efecto protector frente al cáncer; no obstante, la evidencia es todavía poco concluyente. Se ha descrito una relación estadística inversa entre su consumo y la presencia de cáncer en un estudio de cohorte sobre más de 25.000 personas, mientras que en un amplio metaanálisis redujeron el riesgo de cáncer de esófago en un 64%.


En otro metaanálisis se vio que el consumo de crucíferas (coles, brócoli, rábanos) redujo el riesgo de padecer varios tumores, entre ellos el del colon y estómago. Otro encontró una relación entre las mujeres que consumían carotenoides y un riesgo entre un 10 y un 19% menor de cáncer de mama, mientras que los tomates apuntan beneficios en el cáncer gástrico (27% menos de riesgo).
No obstante, la dieta mantenida en el tiempo es lo más importante: el riesgo de padecer cáncer se dobla entre quienes aquellos que comen más carne y grasa frente a las dietas vegetarianas, y alimentos específicos como el ajo y el aceite de oliva también parecen proteger contra el riesgo de cáncer gástrico.
Se han sugerido diferentes mecanismos biológicos implicados: los antioxidantes y el Indole-3-Carbinol (I3C) limitan la génesis de especies reactivas del oxígeno y reparan el ADN celular mientras que otros componentes de la soja, el té verde, la cúrcuma (un jengibre que da el color rojo al curry), las uvas, y los tomates tienen la capacidad de regular la apoptosis celular.
Además de reducir el riesgo de cáncer, los estudios epidemiológicos más importantes han descrito una menor incidencia de enfermedades crónicas y cardiovasculares, aunque no específicamente sobre el cáncer, sobre todo los vegetales de hoja verde. Metaanálisis han descrito una reducción del riesgo del 17% para las enfermedades del corazón, ictus, hipertensión y diabetes tipo 2. Los investigadores concluyen que no se ha demostrado ningún inconveniente en adultos saludables cuya base dietética son las frutas y las verduras.

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